El 1 de abril de 2015 se emitía la primera entrega de El rincón de los inmortales,la maravillosa colección de vídeos semanales sobre ajedrez creada y presentada por el periodista Leontxo García y difundida a través del periódico El País y de su canal en YouTube. Diez años después, exactamente el pasado 14 de abril, la serie alcanzaba su capítulo número quinientos, culminando así la marcha triunfal iniciada en abril de 2015 con el análisis de la partida jugada en París, en 1843, entre el británico Howard Staunton, considerado el mejor jugador del mundo en aquel momento, y el francés Pierre Charles Saint-Amant, funcionario en las colonias, revolucionario en 1848, cónsul de Francia en California, viajero impenitente –murió en Argelia en 1872– y marchante de vinos. De ahí el título de aquel primer Rincón de Leontxo García: “El vendedor de vino que tumbó al número uno del mundo.” De aquella partida se desprendía una moraleja aplicable a otros muchos vídeos de la colección, según la cual el jugador más débil puede derrotar al más fuerte en un momento de especial inspiración. Este fogonazo mental capaz de anular la superioridad técnica de un rival o de darle la vuelta a una situación adversa hace que, de repente, surja la belleza sobre el tablero. En ello reside la inmortalidad de estas quinientas partidas y de sus artífices, algunos de ellos jugadores de segunda fila o simples aficionados a los que en algún momento se les apareció la musa del ajedrez.
Un thriller semanal
La fecha en que se celebró aquella primera partida analizada por Leontxo no era gratuita. A mediados del siglo XIX, el ajedrez se encontraba en pleno cambio hacia la modernización del estilo de juego mientras se mantenía en todo su vigor la influencia de la escuela romántica, que ofrecía sacrificios inverosímiles y jugadas de alto riesgo para deleite de los aficionados. La serie pretendía seguir un orden cronológico marcado por la fecha de cada partida como una forma de mostrar la evolución del juego, a menudo en función de gustos y tendencias determinados por el propio devenir histórico. Es posible que el éxito de la serie llevara a su creador a renunciar al orden temporal, que dificultaba la elección de las partidas y le obligaba a avanzar hacia un tiempo presente que condenaba al Rincón a una caducidad prematura. Al librarse de esa cláusula de estilo, el periodista podía moverse con toda libertad en busca de sus más preciadas joyas ajedrecísticas y comparar el estilo de juego en épocas diversas.
La otra mutación que ha experimentado a lo largo de estos diez años ha sido la duración de cada vídeo, de menos de diez minutos al principio y casi el doble en la actualidad, cuando las partidas se analizan en toda su extensión y no solo, como al principio, su desenlace. La transición al nuevo formato se produjo con el vídeo titulado “La elegancia de Ívkov”, emitido en diciembre de 2017, y afectó ligeramente al planteamiento de la serie, que se hizo más didáctica, pues aunque los primeros movimientos se explicaban de forma sumaria, el periodista incidía en las características de la apertura y en los pros y los contras de su desarrollo antes de llegar al punto de inflexión en que la partida se deslizaba hacia la inmortalidad. Desde el punto de vista de la economía del relato audiovisual, esta primera parte puede parecer prescindible y, sin embargo, tiene el aliciente añadido de contemplar a Leontxo García reproducir de memoria partidas enteras, algunas bastante largas, en un solo plano, sin interrupciones, trucos ni añagazas de montaje o posproducción. Son poquísimos los vídeos en que se advierte algún pequeño salto o cambio de plano en la imagen. Todo de memoria, todo de corrido; siempre hilvanando con verdadero virtuosismo la historia protagonizada por las piezas movidas por sus manos y su relato, igual de preciso y fluido, del desarrollo del juego. Para lograrlo, Leontxo mezcla recursos analíticos y narrativos de la máxima eficacia, desde su omnisciencia de narrador clásico al especular con lo que pudo pensar cada jugador en momentos clave de la partida, hasta comentarios sobre la vida y la personalidad de los ajedrecistas –a muchos los ha tratado personalmente– o ciertos toques de humor negro a lo Hitchcock, como cuando advierte de las emociones fuertes provocadas por una partida, en plena escalada de la tensión, y del peligro que corren los espectadores que sufran del corazón.
No es la sutil ironía con que salpica sus vídeos lo único que comparte con el mago del suspense. Su breve presentación antes de dirigirse al tablero recuerda la introducción que hacía el director británico en su serie de televisión Alfred Hitchcock presenta,administrando al espectador la dosis justa de información para abrir su apetito narrativo y saciarlo luego con la historia, no muy larga, que le tenía reservada. Al contemplar en acción la prodigiosa memoria de Leontxo y la forma en que encadena una jugada tras otra es inevitable acordarse de Los 39 escalones, vieja obra maestra de Hitchcock, en la que el Señor Memoria demuestra sus portentosas facultades en un teatro londinense al responder a los requerimientos del asombrado público, que le pide los datos más rebuscados sobre tal o cual episodio del pasado. Las tramas ajedrecísticas analizadas por Leontxo tienen mucho, finalmente, de thriller. Se sabe quién va a ser la víctima, pero hasta el final no descubrimos cuál de todas las piezas es el asesino y cómo consigue ejecutar ese crimen perfecto que acaba siendo cada vídeo de El rincón de los inmortales.
Microrrelatos
Algunos títulos de la colección dan idea del talento de su creador para contar historias y ponerles nombre: “El arte de no hacer nada”, “Mucha belleza en poco espacio”, “Gukesh sale del ataúd”, “Disfrutar con una torre rabiosa”, “Explosión de belleza en un páramo”, “Belleza cósmica de Alpha Zero”, “Una jugada peligrosa para el corazón”, “¡Enrócate de una vez!”, “El orangután inmortalizado” o “El rey extraído hacia el cadalso”. Este último plantea la apasionante cuestión, sobre todo para un historiador, de la historicidad de las partidas. En la segunda de la colección, la que jugaron Hoffmann y Petrov en Varsovia en 1844, que, dada su brevedad, reproduce de principio a fin, empieza por recordar la gran obsesión del ajedrez decimonónico, que no era otra que acabar con el rey lo antes posible. Si aquella época estuvo marcada por el espíritu regicida heredado de la Revolución francesa, en la segunda mitad del siglo XX el ajedrez se convirtió, como la carrera espacial, en uno de los principales indicadores del prestigio de las dos superpotencias, deseosas de mostrar su poderío de forma incruenta, sin poner en peligro el llamado “equilibrio del terror”. Solo Bobby Fischer, al que Leontxo dedica un buen puñado de vídeos, consiguió arrebatar a la urss su hegemonía, aunque por poco tiempo y gracias a una intervención directa de Henry Kissinger.
Tras la Guerra Fría, el mundo se hizo más complejo e impredecible. Algunos de los grandes temas de nuestro tiempo tienen también cabida en la serie, desde el papel de la mujer, tan importante en el ajedrez y tan lleno de altibajos a lo largo de su historia, hasta la inteligencia artificial y sus límites para emular y derrotar a sus creadores. Que la capacidad de cálculo de los ordenadores –“nuestros amigos inhumanos”, como los llama Leontxo– los convierte en imbatibles es cosa sabida. Que puedan crear belleza resulta más problemático, entre otras cosas por el carácter antropocéntrico del concepto y por la dificultad de definirlo. Él reconoce haber sido muy escéptico sobre esa posibilidad, hasta que con el tiempo no tuvo más remedio que cambiar de opinión por razones que expone en varios episodios, como el titulado “Stockfish: inhumana, pero bellísima”.
Entre el silicio y la literatura
¿Puede un monstruo de silicio convertirse en alquimista del tablero al transformar el cálculo en belleza? Si esta última, como sostiene Leontxo, es hija de las imperfecciones del juego –“El error como madre del arte”, titula una de sus pequeñas joyas–, el acceso de los ordenadores al rincón de los inmortales estaría restringido paradójicamente por su perfección técnica. Hay, sin embargo, cuatro partidas protagonizadas por máquinas que parecen actuar contra lo que les dicta su naturaleza y travestirse de seres humanos, técnicamente limitados pero dotados de un sentido estético e imaginativo del juego. El duelo entre los programas Stockfish y Jonny (sic), analizado en el vídeo 354, da una respuesta tan rotunda como inquietante a la pregunta de si las máquinas pueden imitar a los humanos en todo lo que se propongan, también en sus imperfecciones más creativas. Como tal cabe considerar la decisión de Stockfish de sacrificar una torre sin una ventaja inmediata en una partida que se decidió finalmente a su favor por aquella jugada. ¿Arte o cálculo? Acaso empiece siendo pura computación y acabe sublimándose en belleza.
Como en el caso anterior, la forma más común de alcanzarla es el sacrificio de una pieza, cuanto más valiosa sea y más se tarde en rentabilizarla mejor. Por eso merece mención aparte el episodio titulado “Una idea exquisita de Gadimbayli”, emitido en agosto de 2023. Por mucho que veamos la partida y que conozcamos su desenlace, no deja de asombrarnos que un movimiento aparentemente anodino de la torre blanca de a1 a a3, propio de un principiante, acabe sentenciando al rey negro veinte jugadas después en el otro extremo del tablero y tras la desaparición, una tras otra, de las piezas que hacían cola, como esperando el autobús, en las casillas de esa fila. Era como si su artífice, un jugador azerbaiyano de trece años, hubiera leído y quisiera aplicar al pie de la letra aquella máxima de Chéjov sobre las leyes de la buena narrativa: que cuando al principio de un relato se dice que hay un clavo en la pared, ese clavo tiene que servir para que al final el protagonista se cuelgue de él. La “idea exquisita de Gadimbayli” consiste en hacer que la torre sea el clavo de Chéjov.
La representación semanal de El rincón de los inmortales, con su puesta en escena minimalista y el discreto acompañamiento musical de“Night and day”, de Cole Porter, consigue crear un ambiente de especial intimidad que realza la complejidad y la belleza de la historia contada y resuelta por Leontxo García. Él mismo se pregunta qué tiene este juego para apasionarnos tanto. Puede que la respuesta sea más sencilla de lo que parece y que remita una vez más a Hitchcock: “A good drama is like life, but without the boring parts.” El ajedrez es como la vida, pero sin la parte aburrida. ~