Dentro del sueño pasa un tren,
y en sus ventanas campos, ríos,
álamos, puentes y caballos
se alejan para siempre. Un niño
observa el viaje de las cosas
hacia el pasado en que se fugan
los colores. Mira también
sus ojos en el vidrio, el vaho
de su respiración. Vislumbra
sombras, reflejos de su padre
con un libro en las manos. Duerme,
y en el cristal también se borran
sus leves párpados cerrados.
Veo a mi hijo en ese niño
que me contempla desde el vidrio,
miro a mi padre al ras del sueño
contra el temblor de la ventana.
Él no me ve. No puede oírme.
He nacido una vez, y muchas
otras he muerto en ese tren
que se detiene sólo al alba. ~
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