Carlos Diez: rescatar los rescoldos

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El venezolano Carlos Diez nació el 29 de abril de 1942 y murió el 28 de enero de este año. Abogado de profesión, fue gran amigo de Teodoro Petkoff, quien le permitió mantenerse a su lado durante su confinamiento doméstico autoimpuesto tras ser confrontado por el régimen en 2013 que demandó a su periódico Tal Cual y le impuso la prohibición de salir del país.

Pocos meses antes de morir, Diez se puso en contacto con la hija de su amigo, Teodora Petkoff, a quien le confió su libro de poemas, Del camino y otros pasos, para que le ayudara a transcribirlo, ordenarlo y publicarlo. El poema que presentamos es el primero del libro que Diez no pudo ver impreso. Fiel a su promesa, Teodora ha escrito un prólogo del que extraemos este fragmento:

Mi país Venezuela se ha convertido en una profunda cantera de duelos. Desde la inmediatez de la presencia o en la distancia, en el exilio interior o el exterior, separados por la guerra y ahora la tiranía, estos siempre nos acechan, nos alcanzan y nos arrancan pedazos del alma. Día tras día en una desesperada carrera contra los olvidos luchamos para rescatar los rescoldos.

¿Quién puede decir que ha logrado rescatar los rescoldos? ¿Cuánto tiempo dura un rescoldo hasta convertirse en cenizas? […]

Sus postreras palabras son sobre un libro de poesía, en lo que se le fue la vida; bullen, se encaraman y buscan sobrevivir como las víctimas expectantes en un naufragio.

Me encontraron, la hija de su amigo, apenas logrando salvar tan poco, ¡y tan tarde! Hay encuentros y reencuentros que no tienen explicación; estafetas que toca recibir y se deben asumir como un designio de la misma vida.

Un país destruido, una enfermedad, el azar luctuoso e injusto arrebata la luz e inunda todos los espacios. Venezuela es importante para tanta gente y no es importante para nadie. A los que heredan toca el destino de Penélope, tejer, tejer esta infinita tela del no olvido, de comenzar de nuevo y repasar, de tratar de lo mismo, de seguir resistiendo… ¿hasta cuándo? ¡No lo sé! ¿Podré?

Queda poco. La llamada que Carlos Diez me hizo, ahora comprendo, fue en la visión de la cercana muerte; se negaba a hablar de su biografía formal y menos de sus problemas de salud. Solo de su amistad y de su poesía. Un no-te-tardes-mucho latía en su voz y me llamaba a no desperdigar sus aciertos.

Me advertía sobre el noble paso de una generación de titanes cuya humanidad desborda la demencial brevedad de la vida en este siglo que se está construyendo bajo la embestida de la guerra y el odio. Ellos han vuelto a sentir la derrota cuando ya no la merecían, han tenido que andar los últimos pasos de sus vidas con el estoicismo de quien le asiste el derecho moral, mas no el desencanto; se van con el país que tampoco merece irse.


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