Bebo la oscuridad del incrédulo
del vaso de tu boca. Tomo por hueso
el beso, que es desnudo y es del muerto
el habla, y es del vivo adorno, es rulo,
verdad, afeite, máscara y desnudo.
Recibo del abrazo el rasgón. Sueño
de tu ojo la afección por mí, luego
el consuelo y el amor. Tiemblo. Dudo.
Quiero beber, tomar, recibir. ¡Dame,
golpea tu espada en mí, abre, hiéreme,
riega lo que ningún líquido lave!
Márcame, rásgame con el filo de tu sable.
Quita matando lo que cobarde teme
la temerosa de mi nombre. Te digo, ¡dame! –— Del libro La bebida, por aparecer
en El Taller Martín Pescador.
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