Todavía no sé qué me propongo cuando escribo. Discúlpenme, pero hasta hoy ése es el resultado de mis pesquisas. Más bien diría que lo único que sé es lo que no quiero. Sí, de eso estoy seguro, o casi, aunque quizás no deberían hacerme ustedes mucho caso, pues cambio a menudo de opinión. Sé que la escritura no es un mal método para enterarme de cómo son los demás, pues escribir consiste tal vez en sentir compasión por ellos, en quererlos, en admirarlos de verdad y en celebrar sus aciertos. Puede que escribir consista en eso. Pero seguramente para conocer a mis contemporáneos prefiero la conversación y, sobre todo, la mirada. La mirada dice mucho. Mirar, tocar, oler a las personas es inventar de inmediato personajes. Mirar es escribir o, si quieren ustedes, escribir es mirar. Tampoco quiero, escribiendo, conocerme a mí mismo, pues con ello no descubriría más que manías. Además, me intereso poco. Y como me horroriza el éxito tanto como haber perdido el tiempo delante de una página en blanco, creo que puedo llegar a la conclusión de que debería dejar de escribir antes de que sea demasiado tarde, porque, a diferencia de Borges, yo todavía ignoro si mi destino ha de ser literario. O, mejor aún, ya sé, podría seguir escribiendo, pues ésa es una costumbre que cuesta mucho abandonar, y guardarlo todo hasta el día anterior a mi muerte. Así acabaría encontrando en la literatura el bálsamo para todos mis desconciertos, pues les aseguro que de este mundo apenas he conseguido aún entender nada. Quizás por eso use la literatura para ver cómo son los otros y, a la vez, cómo soy yo mismo. ¿No les dije? Ya he vuelto a cambiar de opinión. Pero, ¿es que acaso no es ese el fundamento de la novela, dudar, opinar siempre de dos maneras distintas, principio de todo debate? ¿Acaso una novela no empieza cuando uno dice sí y otro dice no? –
Un gran chico
Un domingo le propuse a mi sobrino una salida al parque, él tenía que fingir que era mi hijo y correr junto a las muchachas. Según mis cálculos, la potestad de un niño de 8 años aumentaría mi…
XXVII
El Cuervo adusto y Filomela se habían posado entre los árboles sangrantes. El ronco graznido del pájaro se mezclaba con el…
Björk: el sol en la boca
En un sketch de Dagvatkin (El turno matutino, serie cómica de la tv islandesa), un hombre lee el periódico y se topa con una foto de Björk vistiendo uno de sus…
El oneirograma de Sergio González Rodríguez
A cinco años de su muerte, la figura de Sergio González Rodríguez sigue siendo una de las más fascinantes de la literatura mexicana. Excéntrico, erudito, moralista y valiente, el autor de…
RELACIONADAS
NOTAS AL PIE
AUTORES