el cine japonés de horror versión remake (ahora cortesía del brasileño Salles) continúa tropezando con la más inconveniente de las piedras del género: la repetición. Nada hay peor que lo predecible cuando uno va en busca de un buen susto. Agua turbia debería marcar la decadencia de la moda del llamado “Jhorror“. No es casualidad, quizá, que todo en la propia película sea decadencia y descomposición. Dahlia (Jennifer Connelly) se muda a un decadente apartamento en la decadente isla Roosevelt de Nueva York sólo para enfrentarse a los demonios de su decadente matrimonio y a (¡sorpresa!) una niña de larga cabellera que emerge de entre aguas encharcadas para aterrorizar a cuanto incauto se cruce por su camino. Todo lo hemos visto antes. Y aburre. Al final, sólo diez minutos de inesperada ternura salvan, para los muy indulgentes, la cinta. Con Tim Roth como un abogado… decadente. -L.K.
Presencias litorales
De pronto, por unos instantes, aparecen personajes en las pantallas de cine que parecen no percatarse que son parte de una película.
Una de mis tantas vidas con Destino Mackenzie (fragmento)
XI. Sobre el apalusa que portaba una máscara La máscara tiene abalorios y tienes que trenzarle las crines con cuentas de vidrio. Las cubrirás después con las crines de su ancestro. Crines…
Miranda July o mi historia entre sus dedos
Miranda July nos recuerda que la vulnerabilidad es un refugio. Entre el absurdo y la ternura, sus personajes encuentran sentido en el fracaso.
Mi Guggenheim, tu Guggenheim, nuestro Guggenheim
Una nueva biblioteca, un nuevo museo, una nueva escuela de artes, ¿por qué no querríamos tenerlos? En principio, sólo los necios se opondrían a la…
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