En diversos artículos y mi más reciente libro (Comparing socialist models. Economics and social security in Cuba, China, and Vietnam, University of Pittsburgh Press) he comparado y evaluado el rendimiento de dos de los principales modelos socioeconómicos socialistas que existen hoy día. Uno es el plan central de Cuba, caracterizado por el predominio de las grandes empresas estatales sobre el mercado y la propiedad privada, con algunas tímidas reformas estructurales que resultan ineficaces para generar un desarrollo económico-social sostenible. El otro es el exitoso “socialismo de mercado” que han aplicado China y Vietnam, en el que operan pequeñas, medianas y algunas grandes empresas privadas, bajo un plan descentralizado (más una guía que un plan central) y en donde el Estado regula la economía y maneja a las empresas más grandes. Al examinar una serie de indicadores (por ejemplo, el índice de desarrollo humano, la superficie y el tamaño de la población, la demografía), hemos comprobado que los países son similares en muchos aspectos con algunas diferencias, que, para los alcances de estas investigaciones, pueden obviarse. De este modo, los tres países y sus modelos son comparables.
Breve historia de las reformas
Las revoluciones en Vietnam, China y Cuba se sucedieron en 1945, 1949 y 1959. El socialismo se proclamó de manera oficial en Cuba en 1961; los dos países asiáticos lo hicieron en 1947 y 1951 respectivamente. Tanto Vietnam como China y Cuba copiaron primero el modelo soviético de planificación central y propiedad estatal de los medios de producción, como lo hizo también el resto de los países socialistas. Cuando era evidente que el modelo había fracasado, se implementaron reformas económicas estructurales orientadas al mercado, pero tomaron demasiado tiempo: 22 años en China, 41 en Vietnam y 49 en Cuba. A diferencia de Europa Central y del Este, China y Vietnam siguieron un enfoque gradualista. No obstante, las vías y el ritmo de ambos procesos terminaron por ser más rápidos y profundos que en Cuba.
Tras los nefastos resultados económicos del periodo de Mao (sobre todo el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural), China desarrolló –bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Zhu Rongji– un modelo de “socialismo de mercado” en el que el sector privado, los mercados y la inversión extranjera se combinan con un plan más orientativo que rector y una toma de decisiones descentralizada. Esto ha propiciado que China tenga las tasas de crecimiento económico más altas del mundo. Las reformas se llevaron a cabo en dos etapas. Entre 1978 y 1984, los dirigentes chinos ordenaron la división de las comunas agrícolas en parcelas privadas, se abrieron a la inversión extranjera, permitieron a los empresarios crear compañías que aumentaron rápidamente su participación en la producción industrial y establecieron varias zonas de desarrollo económico, autorizando y ampliando así la propiedad privada. En la segunda etapa, entre 1984 y 2005, los dirigentes llevaron a cabo la descentralización del Estado y transfirieron cada vez más poder a los gobiernos locales, municipios y aldeas –que legalmente eran dueños de las empresas, a pesar de que, en los hechos, estas ya eran privadas– y alentaron la privatización y contratación de gran parte de la industria estatal, aunque mantuvieron los monopolios estatales en el petróleo y la banca. En una reunión del Partido Comunista celebrada en 2013 se acordó impulsar nuevas reformas, a fin de reducir la burocracia del partido y abrazar cambios económicos más profundos. El mercado debía desempeñar un papel decisivo en la financiación y la asignación de recursos; se animó la competencia y se revisaron las restricciones a la propiedad de la tierra. Sin embargo, desde el mandato de Hu Jintao (2003-2013) se ha producido un retroceso. Su sucesor Xi Jinping (de 2013 a la fecha) ha dado marcha atrás a la apertura del mercado, la cooperación global y la iniciativa privada y, en su lugar, ha apoyado a las empresas estatales, la toma vertical de decisiones y la participación del partido en la gestión empresarial, fortaleciendo significativamente su control político y ampliando su poder.
Las reformas de Vietnam (conocidas como Doi Moi, ‘restauración’) comenzaron en 1986 y llevaron rápidamente al país hacia una “economía de mercado de orientación socialista”, en la que se fomentó la empresa privada (se crearon más de treinta mil en seis años), la inversión extranjera y las empresas de propiedad extranjera. Se abolieron las cooperativas agrícolas y se eliminó el control estatal sobre la producción agrícola en el sector privado, que vendía en el mercado y podía fijar los precios. En 2000, el Partido Comunista vietnamita aprobó un plan a diez años para potenciar la participación del sector privado, y en 2003 las empresas privadas controlaban más del 25% de la producción industrial. El acuerdo comercial bilateral de 2000 con Estados Unidos facilitó la transformación de una economía predominantemente agrícola en otra basada en la manufactura. Además, Vietnam se ha convertido en miembro activo de muchos acuerdos internacionales de libre comercio económico y financiero.
En el caso de Cuba, con la grave crisis de la década de 1990, Fidel Castro introdujo tímidas reformas que frenaron el grave desplome del PIB y alentaron una recuperación parcial, pero cambió de parecer después de que Venezuela empezara a prestar ayuda a principios del siglo XXI. Una vez que Fidel, gravemente enfermo, transfiriera el poder a su hermano Raúl, este inició en 2007 lo que él mismo llamó “reformas estructurales”, algunas de las cuales siguen hoy día bajo la presidencia de Miguel Díaz-Canel, que ha apostado por el “continuismo”. Estas reformas, sin embargo, se produjeron a un ritmo muy lento, con interrupciones y retrocesos, y, por tanto, tuvieron un impacto significativamente menor comparadas con las reformas en China y Vietnam. En la actualidad, Cuba y Corea del Norte son las dos únicas economías socialistas del mundo en las que el plan centralizado y la propiedad estatal desempeñan un papel mayor que el mercado y la propiedad privada.
Comparando economías
Si comparamos la propiedad de los medios de producción, en Vietnam el 96.7% de las empresas son privadas y el 2.8% son extranjeras, por lo que el Estado solo posee el 0.5%. En China, el 89.7% de las empresas son privadas (la mayoría pequeñas) y el 1.3% son estatales (muchas de las más grandes). Cuba no facilita datos sobre la distribución de la propiedad de las empresas, pero el 67.6% del empleo total corresponde al sector estatal y solo el 21.9% al privado. El 10.5% restante se encuentra en cooperativas agrícolas estrechamente controladas. En China, el 60% del PIB lo genera el sector privado y en Vietnam, el 62.7%; no existen datos oficiales sobre las contribuciones del sector no estatal al PIB de Cuba, pero se estima que la participación extranjera llega a 9.2%.
Después de sus reformas, prácticamente toda la agricultura en China y Vietnam es de gestión privada (con contratos de cincuenta años o por tiempo indefinido); los productores agrícolas pueden plantar lo que quieran, entregar a quien quieran y vender sus productos a precios de mercado. La producción agrícola no ha dejado de aumentar, las hambrunas crónicas pertenecen al pasado y ambos países son autosuficientes en alimentos –Vietnam más que China; Vietnam es el segundo exportador mundial de arroz–. La característica clave de las reformas agrícolas de Cuba en 2008 y 2012 fue el usufructo, en el que el Estado mantiene la propiedad de la tierra y el agricultor usufructuario la cultiva (con un contrato de veinte años) y se queda con el fruto de su trabajo, pero está obligado a vender una gran parte de la cosecha al Estado a precios que fija el propio gobierno por debajo del precio de mercado. El resto de la agricultura la explota el Estado y las cooperativas, salvo un minúsculo sector privado que se redujo a la mitad entre 1959 y 2020, pero que sigue produciendo una parte considerable de los alimentos. La contribución de la agricultura al PIB disminuyó del 5.7% al 2.6% en el periodo 2007-2020, y Cuba se ha visto obligada a importar alimentos (el 22% del valor total de sus importaciones) que, bajo un sistema distinto, podrían producir de manera interna.
Con el socialismo de mercado, China y Vietnam se industrializaron de forma rápida, aplicando estrategias bastante similares: expansión del sector privado en la industria manufacturera y sus exportaciones, desregulación, liberalización del comercio, dependencia de mano de obra poco cualificada y de bajo coste, desarrollo de zonas económicas, incentivos para atraer inversión extranjera directa (incluida la procedente de la diáspora), subvenciones e incentivos gubernamentales a sectores industriales clave, industria de desarrollo rural, etcétera. China alcanzó un crecimiento industrial anual cada vez más grande, que osciló entre el 10.2% y el 13.8%, mientras que Vietnam creció de manera sostenida tanto en el indicador de desarrollo industrial de la ONU como en la participación industrial del PIB. Entre 1959 y 1963, Cuba siguió la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones típica de la planificación centralizada pero, tras el hundimiento del modelo en 1964, volvió a su dependencia histórica de la producción y exportación de azúcar. Después de que fracasara una zafra azucarera planificada de diez millones de toneladas en 1970, se produjo otro cambio de política hacia la exportación de servicios médicos profesionales, remesas extranjeras y turismo, tres sectores en fuerte declive debido a la crisis económica de 2017-2024. El país ha sufrido una grave desindustrialización desde 1989. El Índice de Producción Industrial en 2010-2020 aumentó un 157% en China y un 57% en Vietnam, mientras que en Cuba disminuyó un 46% en 1989-2020.
La reforma laboral de China de 1998 se orientó a reducir los trabajadores excedentes en el sector estatal; para evitar un masivo desempleo abierto en las empresas estatales, se puso en marcha un plan básico de subsistencia para apoyar a los trabajadores despedidos, lo que ayudó a reducir el desempleo abierto al 3.6% en 2019 y prácticamente eliminó el excedente, aumentando la productividad laboral y los salarios. Por el contrario, Cuba redujo de modo drástico el desempleo abierto expandiendo el subempleo a costa de una disminución de la productividad y los salarios; en 2010-2015, el gobierno estimó la mano de obra redundante en el sector estatal en 1.8 millones de trabajadores, o el 36% de la fuerza laboral; planeó eliminar dicho excedente expandiendo el sector no estatal, principalmente el trabajo por cuenta propia, sin un esquema social para apoyar a los empleados despedidos. Como resultado, en 2019 había un 1.2% de desempleo abierto pero un 29% de subempleo. Vietnam redujo el desempleo abierto al 5.6% y el subempleo al 1.5% de la fuerza laboral en 2019; el autoempleo aumentó a 36% de la fuerza laboral (casi tres veces de lo que aumentó en Cuba).
En mi artículo “Dos modelos económicos socialistas” (Letras Libres, febrero de 2023), di a conocer veinte indicadores (diez económicos y diez sociales) que nos hacían preguntarnos por qué Cuba no había seguido el modelo socialista de mercado, a pesar del probado éxito que había tenido en rubros como la incidencia en la pobreza, el índice de desarrollo humano o el balance en el comercio de mercancías, en los que Cuba ha salido muy por debajo de lo alcanzado por China y Vietnam. Antes de entrar a las recomendaciones que el país caribeño podría seguir, basado en las experiencias de China y Vietnam, me gustaría atender una de las principales objeciones que se hacen a la hora de proponer medidas: la del embargo económico.
Sin menospreciar los efectos adversos del embargo sobre Cuba y su pueblo, bajo el acercamiento en la presidencia de Obama, el embargo continuó pero fue mucho menos dañino de lo que había sido en el pasado. Trump reforzó el embargo en 2017-2020, y aun así Cuba comerciaba con más de cien países (incluido Estados Unidos, que ocupó el octavo lugar en importaciones a Cuba, con el 16% de las importaciones de alimentos en 2019) y contaba con inversiones de varias naciones. Además, los efectos adversos del embargo sobre Cuba se estimaron en 130,000 millones de dólares en 2021, compensados en gran medida por la sustancial ayuda económica y los subsidios de precios de la Unión Soviética (65,000 millones de dólares en el periodo 1960-1990) y Venezuela (100,000 millones de dólares en 2005-2017). Además, la deuda de Cuba con la mayoría de los acreedores externos fue condonada en 42,400 millones de dólares: el 100% de 10,000 millones de dólares de China, el 90% de 25,000 millones de dólares de Rusia, el 80% de 11,000 millones de dólares del Club de París, el 80% de 1,400 millones de dólares de acreedores proveedores de Japón y el 70% de 500 millones de dólares de México.
Para acudir a un ejemplo comparable, Vietnam sufrió veintisiete años de guerra tanto con Francia (1946-1954) como con Estados Unidos (1955-1973), que devastaron la economía vietnamita, convirtiéndola en una de las más pobres del mundo. Ni Cuba ni China participaron en guerras tan prolongadas y catastróficas. La reforma agraria de Vietnam (1986) comenzó cuando el país no era miembro de las organizaciones financieras internacionales (Vietnam pasó a ser miembro del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en 1994), pero los frutos de la reforma fueron tangibles (la agricultura contribuyó en un 1% al crecimiento del PIB en 1987-1993). Le Dang Doanh –exdirector del Instituto Central de Gestión Económica– afirma que el declive de la ayuda soviética y el embargo continuado de Estados Unidos a Vietnam en la década de 1980, combinados con la falta de ayuda de las instituciones financieras internacionales, limitaron el desarrollo económico. La única solución adecuada era el cambio al modelo económico socialista de mercado: “Gracias a las reformas, Vietnam no solo pudo sobrevivir al hundimiento de la urss y de los países socialistas de Europa del Este, sino también llegó a ampliar y diversificar las relaciones económicas internacionales. Las reformas contribuyeron de forma relevante al levantamiento del embargo estadounidense [y también a normalizar] las relaciones con las organizaciones financieras internacionales.” A pesar del embargo estadounidense, Vietnam fue capaz de implantar con éxito el modelo socialista de mercado que dio la vuelta a su situación económica y contribuyó al levantamiento de ese mismo embargo.
Qué medidas podría implementar Cuba
El modelo socialista de mercado de China y Vietnam ha tenido un mejor desempeño económico-social que el modelo centralista cubano, a pesar de que los dos países asiáticos partieron de un desarrollo muy inferior al de Cuba. Mi libro recientemente publicado explora las razones por las que Cuba no siguió el camino sino-vietnamita, a pesar de ser exitoso y de que el Partido Comunista sigue teniendo el control total en ambos países. Es probable que las causas sean más políticas que económicas. Se sigue viendo como algo peligroso delegar el poder económico del Estado al sector privado: las fuerzas armadas, a través del conglomerado militar-económico Gaesa, que posee y controla todas las instalaciones turísticas de Cuba, así como muchas otras grandes empresas, temen que se erosione su poder. Es probable que Raúl haya querido seguir el modelo chino-vietnamita, pero careció del control absoluto del que gozaba Fidel y tuvo que compartir el mando con otros dirigentes que se oponían obstinadamente a ese modelo, lo que explica en gran medida que las reformas cubanas hayan sido parciales y lentas, con altibajos e interrupciones, y también ineficaces.
Con base en el éxito de las políticas y los resultados chino-vietnamitas, se proponen las siguientes recomendaciones para Cuba. En primer lugar, transferir la propiedad estatal dominante de los medios de producción a las pequeñas y medianas empresas (pymes), así como a los agricultores privados, con las debidas garantías jurídicas; hacer que todas las cooperativas sean totalmente independientes del Estado. El gobierno puede mantener el control sobre las empresas más vitales para la nación y desempeñar un papel regulador, pero siendo flexible y ofreciendo incentivos a las líneas de producción clave. También tendría que transformar el plan central en un plan descentralizado como guía para el desarrollo.
En segundo lugar, dar prioridad a la reforma agraria basada en tres reglas de oro: todos los productores son libres de plantar lo que quieran, vender a quien quieran y fijar los precios en función de la oferta y la demanda. Cuba debería reorientar la inversión del turismo a la agricultura: cualquier inversión en turismo debería centrarse en mejorar la calidad de la comida y los servicios y en desarrollar instalaciones de ocio, todo ello con la participación fundamental de las pymes.
En tercer lugar, ampliar el sector no estatal en la industria (salvo en las industrias más estratégicas) y hacer más atractiva la inversión extranjera directa permitiendo a los inversores de fuera (incluidos los de la diáspora) contratar directamente a los trabajadores y pagar sus salarios. Permitir a las pymes y al resto del sector no estatal importar y exportar sin intermediarios gubernamentales; el Estado debe establecer un marco jurídico regulador razonable para la inversión y la protección laboral.
En cuarto lugar, autorizar a los profesionales universitarios a trabajar en sus campos y competir con los servicios estatales; eliminar el empleo redundante en el sector estatal, transfiriendo el excedente al sector no estatal en expansión; introducir el seguro de desempleo.
En quinto lugar, una nueva unificación monetaria y cambiaria (que elimine el actual cambio fijo del peso y le permita flotar) debe ir precedida de las reformas estructurales necesarias. Cerrar las empresas con pérdidas (detener el actual periodo de transición) y transferir a los trabajadores desempleados de las empresas estatales cerradas a empleos no estatales. Como en Vietnam, las reformas anteriores facilitarían las negociaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, abriendo el camino a la eliminación del embargo y al ingreso de Cuba en el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. ~
Una versión de este artículo fue publicada en inglés en Latin American Research Review.