Transmania

La cuestión “trans” se recordará como el mayor fraude intelectual y la afrenta moral más grave a nuestro concepto de la biología desde la eugenesia.
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Es muy probable que la “transmanía” se recuerde como el mayor fraude intelectual y la afrenta moral más grave a nuestro concepto de la biología desde la eugenesia. Que al cabo sea con similar oprobio es una cuestión bien distinta, sobre todo porque el mandato de que “las mujeres trans son mujeres” está siendo consagrado en la legislación canadiense y australiana, y ello será extremadamente difícil de revertir, incluso para los posteriores gobiernos de las naciones que así lo quieran. Cabe advertir de que ni por asomo me parece que el asalto de Trump a la diversidad, equidad e inclusión (DEI), al identitarismo de izquierdas en general y, sobre todo, a las personas trans, merezca el daño, acaso irreparable, que está causando en todo el mundo. Nadie morirá por la DEI o por ser trans. Sí, la cultura es en efecto importante, pero ¿merece la pena la destrucción del sistema comercial del mundo, el socavamiento de la OTAN, la traición a Ucrania (y acaso a Taiwán en un futuro próximo), el ataque nihilista a la ciencia estadounidense y a la sanidad pública internacional (y sobre todo a los admirables programas PEPFAR de George W. Bush), a la Primera Enmienda constitucional, como refrendan los defensores de las libertades civiles que acertadamente denominan la imposición de una “excepción palestina” a las garantías de libertad de expresión, y las deportaciones sin el debido procedimiento siquiera? La respuesta a ello es, o debería ser, un rotundo no.

Pero, al igual que el proverbial reloj (analógico) daba la hora correcta dos veces al día, Estados Unidos es el único país occidental importante que se había visto previamente sumido en la grotesca parodia de la justicia de buena parte de la DEI y de todos los militantes trans y que actualmente se rechaza. Y es preciso decirlo sin ambages: esto se debe a la victoria de Trump, pues en una presidencia de Harris, la “canadienseización” o “britanización” de estas ideas corrosivas que ya se había avivado durante el gobierno de Biden, y su consagración tanto en los hábitos como en las leyes, habría continuado sin restricciones. Durante la segunda guerra mundial, un conservador diputado ordinario reprochó a Churchill haber sellado una alianza con Stalin. A lo que Churchill respondió que si Hitler invadía el infierno, por lo menos él se referiría favorablemente al diablo en la cámara de los comunes. En lo tocante a la oposición contra la DEI y lo trans, confieso que siento más o menos lo mismo por Trump.

Esto puede parecer una exageración. Acaso mi cólera frente lo trans sea biográfica y se desprenda de haber tenido una madre lesbiana. Pues las lesbianas de la generación de mi madre querían sobre todo apartarse de la brutalidad de los hombres y, sobre todo, para decirlo sin rodeos, apartarse de los penes. Pero ahora el movimiento trans insiste en que las lesbianas de hoy, muchas de las cuales ponen de manifiesto sentirse exactamente igual que antes, no tienen derecho a hacerlo, porque, reiteran, una mujer trans con pene es tan mujer como una con vagina y, por lo tanto, negarse a mantener relaciones sexuales con una mujer trans con pene es una transfobia inadmisible, y restringir las reuniones de lesbianas a las llamadas mujeres cis, es decir, a las mujeres biológicas, es decir, a las mujeres —y ya solo teclearlo me parece un mal viaje de ácido del que no puedo escapar— no solo es transfobia, sino ilegal según el código civil y de derechos humanos. Y en Australia, y al menos en California, en Estados Unidos, los tribunales han respaldado dichas reivindicaciones.

Las personas trans justifican lo anterior aduciendo que otro resultado cualquiera supondría la supresión de su identidad. Sin embargo, la realidad es que el movimiento trans se ha propuesto la supresión, con un éxito vertiginoso en muchas jurisdicciones, insisto, de la identidad lésbica. De modo que los hombres vuelven a triunfar, como ha ocurrido siempre y, al parecer, como ocurrirá siempre. Plus ça change

Traducción de Aurelio Major.


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