Asomarnos a los discursos del papa Francisco (1936-2025) nos permite valorar su retórica, caracterizada por la empatía con los débiles, el cuestionamiento a los poderosos, el amor al prójimo y la acción colectiva para mejorar a las sociedades. Francisco combinaba un lenguaje llano y accesible con una profunda dimensión filosófica y un llamado a seguir un norte moral de decencia humana, más allá de lo religioso. Comparto con ustedes algunos comentarios sobre discursos destacados.
Discurso ante el cónclave Vaticano (2013). En este breve y poderoso mensaje, escrito de puño y letra antes de convertirse en el papa Francisco, dijo que “el único propósito de la Iglesia es salir de sí misma y darle al mundo la buena noticia de Jesucristo, ir a las periferias, no solo las geográficas, sino también las del pecado, el dolor, la injusticia, las de la ignorancia y la indiferencia religiosa”. Veía a una Iglesia que “se ha encerrado en sí misma, se ha vuelto autorreferencial y eso la enfermó”. Esa visión de la iglesia católica como un “hospital de campaña” que debe estar en el frente de la lucha espiritual marcó su papado, y llenó de optimismo a quienes deseaban ver a un catolicismo menos preocupado por imponer sus propios dogmas y más comprometido con las causas sociales.
Discurso ante el Congreso de Estados Unidos (2015). El papa usó como hilo conductor de este histórico discurso el ejemplo de vida y valores de cuatro líderes estadounidenses: Abraham Lincoln (libertad), Martin Luther King (inclusión), Dorothy Day (justicia social) y Thomas Merton (tolerancia). Francisco hizo un llamado a los gobernantes de Estados Unidos a que usen su enorme poder para defender esos valores, que ya desde entonces estaban amenazados. ¿El momento más emotivo? Cuando habló a favor de los migrantes, citando la regla de oro del Evangelio: “[…] las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? […] Por eso, recordemos la regla de oro: “Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes” (Mt 7,12). Tratemos a los demás con lamisma pasión y compasión con la que queremos ser tratados.”
Discurso en México ante la jerarquía católica (2016). Durante su única visita a nuestro país, el papa dio un duro discurso ante la élite eclesiástica mexicana. Les dijo a los obispos y arzobispos: “no le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad. No se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa”. También les exigió una postura más firme contra el “desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia”. Y los llamó a mostrar “un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral” para restaurar el raído tejido social de un México que, según él, podía alcanzar un destino mejor “si aprende a pertenecerse a sí mismo antes que a otros”.
Discursos en torno al abuso sexual de menores (varios años). El papa Francisco no rehuyó en sus discursos el espantoso tema del abuso de niños por parte de curas católicos. Por ejemplo, en 2014, afirmaba ante las víctimas que: “Ante Dios y su pueblo expreso mi dolor por los pecados y crímenes graves de abusos sexuales cometidos por el clero contra ustedes y humildemente pido perdón. También les pido perdón por los pecados de omisión por parte de líderes de la Iglesia que no han respondido adecuadamente a las denuncias.” Además de reconocer el problema en muchos discursos importantes, Francisco rompió con la inacción de sus predecesores y estableció reformas para, por ejemplo, abolir el secreto pontificio y obligar a la Iglesia a cooperar con investigaciones civiles. Durante su papado, se “aceptó la renuncia” de muchos religiosos de alto rango (incluyendo obispos) por temas relacionados con el abuso. Sin embargo, la magnitud de la crisis, la lentitud de las investigaciones y la tibieza en el castigo a los culpables indican que falta mucho por hacer para extirpar este mal.
Mensaje y bendición extraordinaria urbi et orbi en tiempos de epidemia (2020). En aquellos días de auténtica peste bíblica, Francisco ofreció una “Bendición extraordinaria”. Fue un momento excepcional, no solo por la imagen del papa caminando bajo la lluvia para pronunciar su discurso en medio de la Plaza de San Pedro completamente vacía. Fue excepcional además por su reflexión sobre la pandemia, una tempestad que “desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al desnudo las falsas seguridades del mundo moderno”. El papa subrayó el carácter igualador de la desgracia, pues “nos encontramos que estamos todos en la misma barca, todos frágiles y desorientados y, al mismo tiempo, todos importantes y necesarios”. Fue un mensaje con un llamado a enfrentar el miedo, pues “el Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.”
Discurso de oración por las víctimas de la guerra (2021). En una histórica visita a Iraq, el papa pronunció un discurso en Mosul abogando por los cristianos que sufren persecución: “La trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable, no solo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás. Un tejido cultural y religioso tan rico de diversidad se debilita con la pérdida de alguno de sus miembros, aunque sea pequeño. Como en una de vuestras artísticas alfombras, un pequeño hilo salido puede estropearlo todo.” Y pronunció estas palabras por la paz: “Si Dios es el Dios de la vida –y lo es– a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre. Si Dios es el Dios de la paz –y lo es– a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor –y lo es– a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos”.
Con la partida del papa Francisco, el mundo pierde una voz que, con autenticidad y coraje, hizo de la regla de oro un llamado contra la indiferencia. Sus discursos, pronunciados lo mismo en palacios que en campamentos de refugiados, nos enseñaron que las palabras, cuando nacen del ejemplo, pueden mover conciencias y desafiar prejuicios. Es cierto, la luz de su retórica de empatía no siempre venció las pesadas sombras de la institución que lideró ni la oscuridad del momento histórico que vivimos. Humano al fin, no estuvo exento de limitaciones y errores. Pero su importante legado discursivo queda ahí, para recordarnos siempre que, ante los problemas de este mundo: “hay que levantarse del suelo, porque estamos hechos para el Cielo”. ~