No guardar nada y fumar como un carretero

James Salter visita a Antonia Fraser en Londres, Simon Gray come con ella y su marido, Harold Pinter. Fraser es sin saberlo el eslabón que une dos libros.
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Se ha publicado hace muy poco la traducción al español de un libro que recopila textos breves y entrevistas de James Salter. Lo explica el subtítulo: Las pasiones literarias y vitales de James Salter. Tiene como título No guardar nada (Don’t Save Anything) y lo ha traducido Aurora Echevarría. Las compilaciones de textos sueltos son muy atractivas: los seguidores exhaustivos encuentran sus caras B, mientras que los curiosos recién llegados pueden hacerse una idea sin tomarse el trabajo de leerse las novelas por las que se ha hecho famosa esa gente, que a menudo son más cortas que el libro misceláneo.

En este por ejemplo hay una semblanza de D’Annunzio −“con un gusto por lo extravagante que iba a ser a la vez su fuerza y su debilidad, envió la noticia falsa de su muerte a un periódico”− que recuerdo por lo novelesca. Algunos de los escritores son contemporáneos suyos y los visita. Entre ellos a Graham Greene −“el más grande escritor inglés vivo”− en París o al “viejo mago” Nabokov en su hotel de Montreux −“No necesita amigos que lean libros; más bien le gusta rodearse de personas inteligentes, ‘que entiendan los chistes’”− o a Antonia Fraser en su casa de Londres, “donde hay libros y flores por todas partes, y las pantallas de las lámparas están torcidas”; me gusta mucho de esa contenida descripción que el detalle revela el ojo de pintor de Salter, tan eficaz que hace que mis propias lámparas torcidas le den un aire pictórico al cuarto de estar donde yo leo la frase.

En cuanto a esas visitas de los escritores jóvenes a los escritores mayores, mitad entrevista mitad declaración de admiración, son también todo un género, que llega a serlo cuando esos jóvenes ya maduros han desarrollado a su vez una carrera y ven publicados sus textos de juventud como curioso complemento a las novelas que los han encumbrado.

Me pasó la cosa curiosa de que al interrumpir el de Salter eché mano a otro libro que llevaba una temporada en la base de una pila −los Diarios de un fumador, de Simon Gray (1936-2008)− y lo empecé a leer y en la segunda página apareció otra vez Antonia Fraser. Eso me hizo gracia, y aunque si seguí leyendo fue porque el fumador me estaba divirtiendo mucho, la bilocación de Fraser me hizo sentir que los libros estaban vivos de una manera especial. El libro de Gray y el de Salter se parecen en su naturaleza de libro tangencial, donde no encontramos la espina dorsal de la obra de cada autor, pero se diferencian en que la obra dorsal del dramaturgo Gray hay que conocerla en los escenarios, así que en la mayoría de los casos este supondrá el primer contacto entre el autor y el lector español. ¡Pues bien, se van a hacer íntimos!

En el libro de Gray recogemos a Antonia Fraser en otro ambiente, esta vez sentada a una de las mesas del restaurante londinense Chez Moi con su marido, Harold Pinter (que no es el marido que tenía en el libro de Salter, sino el siguiente). Es el sitio preferido de los dos matrimonios, y todo lo que les sale bien lo celebran ahí, pero ese día Pinter les cuenta que le han diagnosticado un cáncer (“El mundo se puso inmediatamente patas arriba y empezó a dar vueltas. Durante todos estos años, el orden natural de las cosas siempre ha sido que soy yo quien se pone enfermo […] y él quien presume de una salud de hierro”). Al emprender la escritura de este diario Gray tiene 66 años, de modo que muchas cosas de las que cuenta tienen que ver con achaques, renuncias, despedidas y recuerdos. Pero aunque Gray escribe casi todos los días, lo suyo no es exactamente un diario. Da la sensación de que se ha propuesto mantener el hábito, pero lo que obtiene está lejos de ser un texto terapéutico y solo útil para liberarse de algunas neuras. No es tampoco una mirada retrospectiva a su vida, aunque las evocaciones a la infancia son frecuentes y muy vívidas. Gray empieza escribiendo a partir de lo que tiene delante y resulta que lo que más o menos por azar tenemos delante tiene que ver con todo lo que hemos visto y hecho a lo largo de nuestra vida, y por eso en un momento estamos espiando a unos turistas antipáticos desde nuestro balcón de turistas y en el momento siguiente planeando con nuestros amigos del colegio un golpe para atracar las máquinas expendedoras de billetes del metro de Londres. Es asombrosa su capacidad de asociación, quizá un vestigio de cuando además de ser un gran fumador (tres paquetes diarios) era un gran bebedor (cuatro botellas de champán diarias, no sé cuántos miles de whiskys): en el discurrir de las historias, llenas de meandros, que se sabe dónde empiezan pero no dónde van a acabar, hay algo de la larga perorata del borracho afortunado que encuentra a un interlocutor. Que puede ser uno mismo, claro está. 

Es una escritura del tirón, que tiene más de cinematográfico que de teatral, precisamente por la fácil superposición de tiempos y de espacios. Entreverado con el relato de sus circunstancias cotidianas, contemporáneas a la escritura del diario, se nos va entregando el de los hitos de los años, como el momento en que se arruinó por una ingenuidad sonrojante, o la relación con su abuela, tan cercana que el abuelo le dio una paliza al nieto por los puros celos. Encuentro particularmente conmovedor el recuerdo de su hermano pequeño, Piers, que murió alcoholizado, al que podemos ver todavía como una monada de bebé sin pelo, sentado confiadamente en el regazo de su hermano mayor, en una foto familiar que se reproduce al final del libro. A pesar de que Gray cuenta escenas amargas, o constata lo calamitoso de su estado, el tono no es quejumbroso, y cuando lo es está como estilizado, para hacer reír. Y hace reír y a la vez revela algo casi como a regañadientes, como si encontrase sospechoso que tanto alcohol no hubiese podido acabar con el talento de su juventud.

No guardar nada
James Salter
Traducción de Aurora Echevarría
Salamandra, 2025

Diarios de un fumador
Simon Gray
Traducción de Álex Gibert
Gatopardo, 2025


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