Trump y sus aranceles omnipresentes

La guerra de aranceles desatada por Trump ha alterado los mercados financieros y creado incertidumbre económica. ¿Cuál será el orden comercial que quede en pie cuando el polvo se asiente?
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La guerra de aranceles librada por el presidente Donald Trump contra buena parte de los países del mundo está creando desconcierto, temores, represalias y desestabilizaciones económicas.

Las predicciones del efecto de esta acometida son dispares.

Para la Casa Blanca, “Un análisis económico de 2024 encontró que [la aplicación de] un arancel global del 10% expandiría la economía [de Estados Unidos] en 728 mil millones de dólares, crearía 2.8 millones de empleos y aumentaría los ingresos reales de los hogares en un 5.7%.”(Hoja informativa, abril de 2025.)

Para Moody’s,Las tarifas de Trump probablemente ralentizarán significativamente el crecimiento económico global… y el enfoque inconsistente de la formulación de políticas ha socavado la confianza a nivel mundial.” (Moody’s, citado por The Express Tribune, abril de 2025).

Hace 78 años, en 1947, se firmó en Ginebra el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), para promover el comercio internacional, respuesta a las políticas proteccionistas de los años 30.

No se puede ser indiferente ante los paralelismos entre la historia del proteccionismo en los años 30 y la guerra comercial de Trump. Durante la Gran Depresión (1929-1939), muchos países elevaron drásticamente sus aranceles para proteger sus industrias nacionales. Esto provocó una caída severa del comercio mundial, que se redujo en más de un 60% entre 1929 y 1934 (Barry Eichengreen y Douglas Irwin, 2009). Entonces, como ahora, Estados Unidos llevó la batuta en la guerra comercial, en ese momento con la ley arancelaria Smoot-Hawley de 1930, que impuso altos aranceles a miles de productos importados y desató represalias de otros países.

Después de la Segunda Guerra Mundial, hubo una especie de cruzada por parte de los países occidentales contra el proteccionismo. De ahí surgió el GATT, con el objetivo de establecer reglas comunes para reducir aranceles y otras barreras comerciales y promover así un comercio multilateral más libre y predecible, con la intención de que se impulsara al unísono el crecimiento económico y la estabilidad global con la ayuda del comercio.

Construir los consensos y acuerdos que llevaran al mundo a una liberación del comercio tardó años. Desde Bretton Woods (1944) hubo un espíritu de cooperación internacional que se decantó en un acuerdo provisional entre 23 países inicialmente. El GATT duró 48 años, hasta la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que tiene un entramado institucional mucho más sólido que su antecesor.

Durante el casi medio siglo del GATT se realizaron ocho rondas de negociaciones comerciales para flexibilizar el comercio internacional de bienes, lo que se reflejó en una baja de aranceles de 40%, en promedio, a 4% aproximadamente en ese lapso (OMC). Se abordaron, además, temas cada vez más complejos, como medidas antidumping, obstáculos no arancelarios, subsidios, normas técnicas. Los países firmantes eran ya 123 en 1995 en la última Ronda de negociaciones del GATT (Ronda Uruguay), que fue la base para la creación de la OMC (128 países), con institucionalidad y un Órgano de Solución de Controversias. Así, se llegó a cubrir más del 95% del comercio mundial en bienes y servicios entre los países miembro, además de regular temas que habían quedado fuera del anterior acuerdo como propiedad intelectual, liberalización de agricultura, textiles (parcialmente) y servicios, entre otros. En 2024 la OMC incluía 164 miembros.

¿Como hemos llegado, entonces, a la casi destrucción del sistema que administra el comercio mundial? Más allá de que todo organismo nacional o internacional necesita renovarse con regularidad para adaptarse a los cambios que hay en el mundo real –y la OMC necesita desde hace años una modernización–, para comprender lo que está ocurriendo hay que poner especial atención en un punto de inflexión clave en las relaciones económicas internacionales: el ingreso de China a la OMC en 2001. Ello disparó el comercio entre China y Estados Unidos, pero favoreció mucho más al primer país. El déficit comercial de bienes de E.U. con China creció de 83.0 mil millones de dólares en 2001 a 367.2 mil millones de dólares en 2015, un incremento de 342% (en 2024 esa cifra fue de 295 mil millones de dólares). La competencia de productos de China en el mercado estadounidense, sumada a la relocalización de empresas de este último país especialmente hacia China (aprovechando la liberalización también de los flujos de capital internacional y los bajos salarios allí), tuvieron fuertes impactos. Entre 1999 y 2011, Estados Unidos perdió casi 6 millones de empleos en manufactura. Hubo una fuerte desindustrialización, mientras en China ocurría lo contrario.

Hay innumerables estudios y estadísticas que muestran el ascenso de China en todos los ámbitos desde 2001. Este país se expandió a una elevadísima tasa (8% anual entre 2001 y 2024), siendo el sector manufacturero protagonista en este crecimiento. 800,000 personas salieron de la pobreza; su PIB creció 990% entre 2001 y 2024, situándose como segunda economía en el mundo después de E. U., tras haber sido la sexta economía en el primer año de referencia. Quizás más inquietante aún para Estados Unidos, líder de innovación mundial, es que China haya pasado del lugar 29 en el Indice Global de Innovación en 2007 (no existía ese Indice en 2001), al lugar 11 en 2024.

Trump realmente está escuchando pasos en la azotea (al presidente Biden también le pasó) y no es para menos: por ejemplo, China posee 26 de los 100 principales clústeres de ciencia y tecnología del mundo, frente a 20 de Estados Unidos, y aunque el segundo país tiene el dominio en investigación fundamental y tecnologías base, China avanza rápidamente. Una de las fuertes limitaciones que aún tiene el país asiático es en la producción de los chips más avanzados para el funcionamiento de la inteligencia artificial, y E.U. está haciendo todo lo posible para impedir que China logre hacerse de esos chips, de la maquinaria que los produce y del know-how para ello. Los aranceles impuestos a la importación de chips por parte de Trump tienen la clara intención de que se fabriquen en E.U. Sin embargo, China ahí va: según el AI Index Report 2025, concentra el 69.7% de todas las patentes relacionadas con la IA registradas en el mundo y las limitaciones al acceso de chips de última generación no le impidió a ese país crear el programa de IA DeepSeek, que compite e incluso supera a aquellos más avanzados de EE.UU., como Chat GPT-4.

En términos más generales, Donald Trump quiere liderar la tecnología en el mundo, reindustrializar a Estados Unidos (en todos los niveles), equilibrar su déficit externo, reducir su deuda externa y así, “engrandecer a Estados Unidos de nuevo”. De ahí los aranceles transversales a todo el mundo y, según el déficit comercial con cada país, el arancel que aplicaría a cada una de sus contrapartes comerciales.

Por cierto, el terreno para poder hacer esta acometida se venía preparando desde el primer período de Trump, cuando en 2019 logró paralizar al Órgano de Apelación de la OMC, que es indispensable para garantizar la solución vinculante y definitiva de disputas comerciales entre sus miembros. Así, las demandas que se presenten ante la OMC por la imposición de los aranceles del gobierno de Trump no tendrá consecuencias para Estados Unidos.

Los aranceles que Donald Trump ha amenazado imponer, ha impuesto, o ha aplicado y luego retirado, escapan completamente a lo permitido por los Artículos II del GATT sobre límites arancelarios (excepciones generales) y XX (seguridad nacional), y los países afectados no podrán obtener resultados por esos mecanismos, por lo que responderán, como ya lo han hecho, con aranceles recíprocos o negociaciones directas con Estados Unidos.

Muchas de las justificaciones de Donald Trump para imponer aranceles, no tienen precedentes en las disputas comerciales internacionales: control migratorio; combate al narcotráfico o imposición de aranceles a países considerados como fuente de drogas ilícitas; penalización por políticas monetarias o tecnológicas (por ejemplo, Trump advirtió que impondría aranceles del 100% a países BRICS si avanzan en crear una moneda común); disuasión de alianzas tecnológicas no occidentales, i.e., aranceles como castigo a países que cooperan en investigación, desarrollo o infraestructura, especialmente en semiconductores, telecomunicaciones y supercomputación con rivales geopolíticos de Estados Unidos (por ejemplo, hay amenazas de aranceles a países europeos que participan en proyectos con China en semiconductores).

La política arancelaria de Trump ha generado un huracán en los mercados financieros, afectando negativamente los tipos de cambio y las finanzas internacionales, y ha contribuido a una creciente incertidumbre económica a nivel global. ¿Cuál será el perfil del mundo cuando la polvareda levantada por Trump se asiente? Está por verse. ~


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